Ni sospechábamos. Un buen día, el 22 de julio del 2005, como salida de las aguas, emergió limpia, esplendorosa, la provincia del Datem del Marañón. La ley creó, como por milagro, esta dimensión de un nuevo espacio de Loreto, que fraccionaba con ventaja a la provincia de Alto Amazonas y hacia visibles a las poblaciones aborígenes en medio de un contexto político erigido sobre la base de diferencias geográficas y blancas o mestizas, mas nunca de un modo tan Clara y definido sobre la identidad de los pueblos originarios de esta inalcanzable dimensión de horizontes plagados de bosques y ríos interminables. No conocemos otro lugar de los demás países de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) donde se hayan infiltrado tan limpiamente las viejas identidades que desde siempre habían dado fuerza y resistencia a poblaciones, la mayoría pertenecientes a la indomable raíz jíbara.